El equilibrio del juego que despliega el Ciudad de Lucena se respalda, sin duda, por su vocación de ir diseñando el fútbol poco a poco, a fuego lento, con tranquilidad, mimando el balón hasta encontrar una vía por donde romper la muralla visitante, una fuga o alguna grieta en el entramado defensivo rival. Porque hay veces en que, si resultara preciso, el cuadro lucentino no renuncia al juego directo, al balón largo para aprovechar la velocidad de sus flechas por banda. Pero el camino natural es el de buscar el cara a cara, afrontar el reto de ponerse de frente al rival.

El descaro de encarar, el quiebro como herramienta mágica, el regate para dejar atrás a un rival, es un arma en la que interviene directamente la calidad de la plantilla. Esa exigencia recae de forma fundamental en los jugadores de ataque y en aquellos que encuentran en la banda el carril por el que brindar posibles asistencias.

El carácter del mexicano Erik Aguado le permite afrontar con descaro el careo con los defensas rivales. Más de medio centenar de regates engordan la estadística del ‘14’ lucentino. Son llamativos también los recortes del malagueño Joselinho, que jugando a pierna cambiada ejecuta fintas que dejan clavados a sus rivales.

La velocidad, la capacidad de desbordar en la antesala del último pase, conforman la seña de identidad de los futbolistas que abren y cierran la banda. La virtud de dejar atrás al adversario con el que ha quedado emparejado tiene un valor incalculable en la tarea de creación y forma parte del perfil de futbolistas como Txomín, habilidad y destreza con el balón pegado al pie, o Borja Encada, potencia con control que cuando arranca no tiene freno.

Y esa labor de percutir por la banda resulta fundamental en el juego lucentino y es que la misión de los extremos es pelear cada duelo para ganar el fondo con la idea de ofrecer un servicio que pueda ser rematado en la posición de ariete. Sin duda, un ramillete de opciones con las que los hermanos Carrasco enriquecen el valor del juego de ataque del Ciudad de Lucena.